Definición Antropológica de Orisha. I
SANGO LEKE·VIERNES, 18 DE OCTUBRE DE 2019·
Investigación de Antropología Participativa, Sociología, Antropología Psicológica, Lingüística y Etnohistórica
Nelson Aboy Domingo
No todos los procesos culturales, costumbres o modus operandi de carácter ritual de los pueblos denominados primitivos fueron entonces por supremos, necesariamente religiosos entre ellos. Muchas de estas apreciaciones y concepciones resultaron de una mirada ajena, que respondieron a la necesidad de clasificar para su comprensión y estudio las esferas del desenvolvimiento humano, por verdaderos especialistas en sus disciplinas, pero que nunca o casi nunca operaban para sí con los mismos símbolos y códigos culturales ni en los contextos sociales de los étnos que abordaban. Muy influenciados internamente además, por los antecedentes y patrones de sus propias culturas, filosofías y formación académica, amen de sus creencias y pareceres; de todo lo cual es casi imposible hacer abstracción para poder asumir con la mayor identificación posible como propia, una realidad ajena que a veces internamente censuran y que se constituye en el objetivo de estudio, independientemente de sus más sanos y científicos propósitos investigativos al respecto.
Adicionalmente, demasiados aspectos de simbiosis subjetivas, más que verdaderos sincretismos culturales objetivos y espontáneos, han permeado incluso las definiciones conceptuales de los estudios antropológicos y socioculturales, en función de las categorizaciones establecidas al respecto, que en dependencia del momento histórico, del contexto social y de sus mismos prejuicios, no por ser una resultante del tecnicismo científico, quedó exenta de los vicios del subjetivismo del académico. La academia de las Ciencias Sociales no es un objeto de alta precisión, sino que también sus integrantes son sujetos y sus resultados lógicamente son correlativos.
Las Ciencias siempre están a la zaga con relación al desarrollo de las culturas, intentando vagamente explicarlas desde una posición unipolar; por estas razones se hace muy difícil comprender y más aun explicar desde una vivencia impersonal (etic) los significados reales de los códigos culturales ajenos.
Las últimas décadas de las Ciencias Sociales se han caracterizado por una inmensa producción de información, que solamente recoge lo que las mismas han considerado como validado por la academia, aunque en muchos casos con la mejor intención, en todos ellos han estado ausente el saber de los pueblos y los pueblos ya eran cultos, aun cuando las Ciencias no habían visto la luz en el Mundo.
En virtud de lo anterior, en este trabajo no se pretende una visión de la realidad cultural de los orishas en Cuba, intentando superar desde afuera esas barreras; sino precisamente desde mi propia participación y vivencias como practicante y, desde adentro del propio culto. Obviando, como es natural, la intencionalidad del discurso teológico y de sus rasgos apologéticos. De esta forma la pupila antropológica alcanza a ver, además de simplemente mirar.
Evidentemente la recontextualización de estos códigos culturales hacia la América y las distintas formas de religiosidades que convivieron juntas en la etapa de formación de la identidad cultural de las nuevas colonias, impusieron nuevas condiciones de mixturaciones de todo tipo, en tanto sus convivencias.
Con la llegada de la cultura de Los Orishas a Cuba, nuevas condicionales someterían a prueba, una vez más, la capacidad de adaptación y supervivencia de estos procesos culturales; en manos de los esclavos portadores, en aras de la satisfacción de su espiritualidad, en circunstancias absoluta y totalmente distintas; donde la colonización española (en el caso de Cuba), la imaginería católica, el acriollamiento, las posibilidades ecológicas y la naturalización, la hicieron propia, peculiar y mestiza.
Evidentemente, las nuevas causales produjeron nuevas condicionales y lógicamente surgieron nuevos acondicionamientos, que atemperaron y facilitaron no sólo su continuidad, sino su posible enriquecimiento, complejidad y connotación cultural; en donde gracias a una muy imprecisa, pero conveniente y coyuntural valoración equívoca de la cultura colonial imperante, en la que le adjudicaron también, con toda sus implicaciones ulteriores, una categoría de religión (sinonimiada con el catolicismo en esta oportunidad) que propiamente en su total significación no ostentaba esencialmente, y menos aún desde el punto de vista apostólico romano; pero con la que finalmente se perpetuó con las características propias de cada país en el raigambre de la actual cultura Americana.
Estos procesos de realización de la espiritualidad de estos pueblos, que en su momento y lugar de origen tuvieron una connotación más bien de realización socio-político-cultural (en principio general y posteriormente sociocultural personal), a su llegada a la América lo hacen en condiciones de franco enfrentamiento sociocultural súbito; casi de modo impactante. En condiciones de inferioridad con respecto a otra cultura, ahora y en nuestro caso, la española; también en condiciones de superposición colonizadora, con respecto a ella, en la cual los únicos códigos que poseía para la realización espiritual del colono, eran exclusivamente de carácter religioso.
Y al no poseer otra forma de interpretar ni de operar la cultura colonial del español, con relación a claves y conceptos trascendentes implícitos y específicos de una cultura totalmente ajena, incomprendida y vituperada; fue suponiéndose e interpretándose que estas manifestaciones de práxis o formas de realizaciones, tenían un carácter o significado totalmente religioso — "aunque barbáricas" — como único elemento de juicio y prejuicio en el marco de sus insuficiencias, para una más acertada ponderación del fenómeno culturológico, para el acicate de la espiritualidad de este sector de la cultura negra inmigrada que estaban enfrentando.
Por lo tanto, en razón de múltiples falacias de apreciaciones y valoraciones culturales, fueron sinonimiados como religión — dado la religiosidad del negro de nación y los antecedentes de paganismo — estos procesos de culto a la personalidad individual de antecedentes africanos, esencial y realmente muy desiguales a lo que si realmente discurría dentro del Catolicismo Apostólico del incipiente estado colonial español de ultramar.
Indiscutiblemente se tergiversó la religiosidad y sistematicidad, con la cual el negro se aplicaba a sus hábitos, costumbres y cultura ancestral, además de sus hábitos propiamente religiosos; con las presumibles, por los aparentes, hábitos y prácticas religiosas del catolicismo. Dicho de otro modo, no solamente se interpretaron en un todo único, hábitos culturales con ritos religiosos; si no que todo ello fue entendido por los colonos, en principio y, finalmente hasta por los propios negros en las nuevas generaciones criollas como prácticas religiosas en su total connotación. Así pues:
Se entendió que el omí tuto (agua fresca) que el negro salpicaba en el suelo para refrescar el ambiente o situaciones a su alrededor, era como el Agua Bendita.
Se supuso que un sahumerio con plumas de aves o hierbas, eliminador de vibraciones negativas, era como el incienso del altar católico.
Los súyer y suyéres (evocaciones monólogas habladas y cantadas respectivamente) que provocan las vibraciones del yo interno con sonidos diatonales, que agudizan y despiertan nuestros sentidos por sus vibraciones sonoras percutidas bajo el velo paladar, transmitiéndolas a la hipófesis; se interpretaron como los rezos, loas y los cánticos de las misas religiosas
Hasta que finalmente, del mismo modo que el negro en trasatlántico viaje devino inesperada y sorpresivamente en esclavo; un orisha personal, en súbito y trasmutado ascenso subjetivo a la Bóveda Celestial, prejuiciadamente nos deviene metamorfoseado en el Ángel de la Guarda.
De esta manera, paulatina y sucesivamente, en franco mestizaje cultural, fue surgiendo una interminable relación de asociaciones — jamás estudiadas — que finalmente han pasado a nuestra cultura con un significado estructural propiamente religioso; como una consecuente resultante de la simbiosis de ambas culturas, la deculturación de los negros, en tanto la reconstrucción de sus códigos culturales reales, dado las apariencias para los colonos por su limitada capacidad de compresión de la cultura del otro y el sincretismo oportunista culturológico de ambos, escuetamente descrito.
El negro por su parte, inteligentemente se acomoda, en silencioso y licencioso contubernio, omitido pero tácito, a un status equívoco religioso que le conceden, que asume — sin más alternativas — como disfraz para su clandestinaje; bajo el cual oportunista y camufladamente tras el santoral católico y en aparente advocación eclesial, busca con toda premeditación hasta encontrar un símil en cada una de las deidades; que le permitan la aprobación cultual menester, para garantizar la continuidad de su cultura en ese marco, entre otras múltiples razones.
Esta nueva condicional serviría de mediatización, una vez más, para aquellas que fueran en principio sus esencias culturológicas originales, que matizarían de religiosa definitivamente desde entonces, la continuidad de estas prácticas culturales en los nuevos territorios.
Así pues, la sistematicidad y cotidianeidad de denominar a los orishas "Los Santos" y a sus formas de culto "La Santería"; a los que se inician "Los Santeros" y al proceso iniciático "Hacerse Santo"; al mensaje oracular interno "lo que dice el Santo" y a las alternativas recomendables "lo que mandó El Santo". Fue en principio un prejuicio judeocristiano equiparativo e ignorante del colono español y posteriormente de los criollos, con respecto a los variadísimos elementos étno culturales de la complejísima y diversa cultura negra inmigrada, que enfrentaron, no entendieron y equiparativamente la sinonimiaron con su religión (la Católica).
Fue, además, el único espacio reservado que el negro aprovechó coyunturalmente, para perpetuar su cultura nativa en un medio social muy adverso, en tanto la discriminación cultural y racial, así como desde una posición muy desventajosa desde el punto de vista del reconocimiento, participación social y espacial.
Eso inculcó, por que así, era lícito contextualmente. En eso educó a sus hijos, nietos y sucesores convenientemente. En eso, crecieron y se educaron, sus vecinos colindantes ya criollos, blancos, negros y mestizos; por lo que posteriormente en paulatina asimilación cultural subjetiva, la sucesión generacional la ha ido asumiendo y asimilando, de tal manera, que actualmente sin lugar a dudas, opera simbólicamente como tal. Por lo tanto, es evidente que la "Santería" es un vocablo de la lengua Castellana, que fue empleado durante la colonización española de Cuba por sus colonos, para hacer alusión a las personas, con sentido peyorativo, por tener una forma cultual a los ORISHAS.
El tiempo, la semántica española y, la costumbrística imperante de la época colonial, en las entonces colonias de ultramar; unido a la falta de un sinónimo sintáctico sustantivo exacto en español, para denominar un código sociocultural operante (los orishas) dentro de un sector cultural africano inmigrado; que en su momento fue insertado en el contexto colonial cubano, con la implicación de un peculiar concepto de trascendencia personal, ajeno por desconocido, en tanto inexistente en la cultura de los colonos españoles; conllevó a la necesaria búsqueda de posibles sinónimos que estuvieron matizados por los prejuicios y conceptos propios de su cultura católica y, a tenor de lo cual se derivaron denominaciones tales como: Ángel de la Guarda, Santo de Cabecera o Hijos de un Santo Padre o Madre.
Estableciéndose desde entonces la inferencia de que tanto los orishas como los santos católicos, son sinónimos; comparables en igualdad de significados, de connotación; equiparadas en ocasiones hasta sus formas cultuales; hasta llegar con el tiempo, la riqueza de la imaginación popular y la devoción hacia una también necesaria profesión de Fe, a efectuar ofrecimientos, ofrendas y ceremoniales de un culto religioso hacia el otro o a nombres de otro, que esencialmente nada tienen en común desde sus inicios.
Como es natural, la tendencia hacia una subjetiva interpretación de igualar e incluso de combinar, formas espirituales de realizaciones culturales religiosas (catolicismo y espiritismo etc.), con procesos culturales energéticos naturistas no religiosos; pero caracterizados de una gran religiosidad; (el culto hacia orishas individuales, personales y propios) bajo el dogma hegemónico cultural y el poder político colonial del primero, mediatizaron así subjetivamente, el significado real de la identidad cultural de un sector específico inmigrado (los yorubas y lukumíes) y sus prácticas; y, consecuentemente con ello, también, el estado de opinión del consenso general de la sociedad por antonomasia al respecto.
Evidentemente, todo esto condicionó, con intención o sin ella, en tanto las sinonimias y los paralelismos subjetivos, la deculturación del negro en principio y posteriormente inclusive, hasta la supeditación y acondicionamiento de sus códigos de práxis culturales en ajuste a la limitada visión óptica, que el prisma del catolicismo y de sus miopes portadores de la época fueran capaces de comprender, con relación a la compleja cultura de los negros conservada únicamente en la mente de esclavos portadores. Unido todo ello a lo poco representativo de su acervo y cultura propia, que en si mismos fueron los primeros misioneros católicos de la etapa inicial de la colonización, así como a lo sectario y prejuiciado que siguen siendo las actuales autoridades católicas, frente a procesos culturales aún hoy esencialmente inentendidos.
Todo lo cual condujo hacia interpretaciones erróneas en función de equívocas apreciaciones, por falta de una verdadera ponderación del concepto trascendente implícito y explícito, que originalmente en su más pura esencia Orisha encierra en su pragmática y real implicación; como resultado del estudio antropológico de campo y la observación de sus implicaciones reales.
La voz Orisha de la lengua Anagó — arcaica hoy en día — de alguno de los pueblos del tronco cultural que antecedieron al antiguo Imperio Yorubá, se formó según nuestros estudios de dos voces y conceptos:
La voz ORI: Que significa cabeza (cráneo, bóveda cerebral); sustantivo empleado para denominar la cabeza como parte del cuerpo humano
. Adicionalmente quiere decir; relevante, cimero, lo supremo o superior.
Junto con la voz OSHA: Sustantivo común utilizado, para nombrar la esencia misma donde radica la inteligencia humana; en tanto es la esencialidad en la individualidad específica, que rige y condiciona al ente propio o al ser superior interno, particular e irrepetible. Que pretende cualificar en su más sublime y altruista condición, la mejor y más compleja ponderación, de lo más rector y sutil del género humano. Que en su mitificada metáfora, quiere decir: Lo más Divino que poseen los humanos, el Ser Superior Interno que constituye al hombre.
Por esta conjunción de fonemas y conceptos en la denominación Orisha, se nos está haciendo referencia a una forma tan antigua, como compleja de apreciar a la cabeza humana, como objeto concreto y a la esencial importancia de su contenido, en el desempeño de la superior condición del género humano; objetiva y subjetivamente (El ser biológico y el ser social) y, por tanto, en toda su connotación y relevancia terrenal y contemporánea.
En su verdadera acepción metafórica alude específicamente: a lo más apreciable de nuestra cabeza, y por extensión, al templo contentivo de tal condición de especial.
"La cabeza es la que lleva al cuerpo y no el cuerpo el que lleva a la cabeza
De este modo, Orisha es un concepto de símbolos binario trascendente, que se refiere genéricamente a la esencia del humano, en tanto objeto y sujeto, con definición de sus múltiples cualidades objetivas y subjetivas. De carácter unipersonal, cuando se trata del específico, por ser intransferible.
Concepto que opera inconscientemente aún en la actualidad internamente dentro de un sector social (a pesar del discurso teológico), numéricamente importante (los santeros), como un código de función cultural de algo con existencia real dentro de la cabeza de los humanos y de superlativas cualidades innatas, objetivamente humanas, pero no obstante todo ello, subjetivamente mistificado.
En razón de esta verdad esencial Orisha tiene existencia real dentro de cada ser humano y en su mitificación, se le encontró una forma cultural de connotar su dimencionamiento dentro de un contexto y época cultural dado, en virtud de su relevancia; posterior y convencionalmente mistificada la práctica de su culto.
De esta manera deberá entenderse, que Osha es como la micro partícula integral rectora que nos corresponde, es el código genético psicosomático que poseemos, es como nuestro sector programado que cumplirá la ley individual preestablecida de cada ser humano. Es toda una sección dentro de nuestro cerebro, que regirá todo el programa que está contenido y supeditado al mismo, en atención a esa personalidad arquetipada y específicamente tipificada.
En tanto Orisha es la identidad individual, única, particular, propia e irrepetible. Es nuestra especificidad. En ella se encierran todas las posibilidades y potencialidades innatas, heredadas y determinadas por la génesis biológica y sin exclusión de los sentidos suprasensoriales, ante las energías y vibraciones microcósmicas — a las cuales todos los seres humanos son muy sensibles — como parte integral correspondiente del conjunto armónico de la naturaleza, interactuante o influyente en cada una de nuestras individualidades, en el curso de nuestras vidas; luego de identificada, injerenciada durante la consagración cultural y clas
Dentro de nuestro Orisha se encuentra y se expresan a modo de energías vibratorias toda la información programada por la naturaleza, con relación a nuestra existencia; por lo tanto, nuestro Orisha no es propiamente un personaje extracorpóreo, surgido y que viva en el subjetivo filosófico conceptual, de un dogma con factura teológica e intelectual de los humanos; — máscara de las sucesivas deculturaciones tras la cual se encuentra su verdadero rostro — que aparentemente establezca una comunicación directriz o rectora de nuestra ley de vida, ajeno a la individualidad que somos ni a la problemática existencial contemporánea.
Tampoco es un ser divino, matizado de virtudes tales que lo alejan de la humana posibilidad de igualarlo. Es todo lo contrario. Menos aún lo que por antonomasia se puede considerar como un Santo Benefactor, concebido por Obra y Gracia con el prisma y concepciones de otras religiones; si no que, si nos atenemos a la connotación y a las observaciones del trabajo de terreno por más de treinta años; se aprecia esencialmente, que opera como disciplina reguladora del modo de vida post consagratorio.
Se infiere que es como "El copulativo" que propiamente somos y como se debe estar. Orisha es la cabeza humana como objeto, pero esencialmente el sujeto que la trasciende contextual y contemporáneamente.
Nuestro orisha personal es nuestro personaje protagónico ideal que debemos conocer muy bien y mejor aún debemos interpretar, en el marco y escenario de nuestra vida real, y adicionalmente su culto es el conocimiento y cumplimiento cultural de su mejor desempeño para saber la mejor forma en que debemos estar.
Todo lo cual se encuentra programado en nuestro inconsciente incontrolado y estrechamente conectado a nuestros superascensores biológicos naturales.
En dependencia del ángulo filosófico que se profese los seres humanos somos: "El resultado de la voluntad de Dios"; para otros: "Producto de la Evolución de las Especies"; otra tendencia afirma que es: "El Gran Arquitecto Universal"; también puede ser: "La Ley Universal Hacedora"; o quizás en última instancia: "La Gran Madre Naturaleza".
Pero independientemente de cualquier filiación filosófica que se asuma por las convicciones subjetivas de formación socio filosóficas imperantes, determinado por las convicciones egocéntricas y/o de cada referencia propia de cada sector étnocultural; cada ser humano es una indiscutible individualidad única, que durante su existencia consciente tiene que afrontar una vida para lo cual desconoce sus potenciales peculiaridades propias, las particularidades de lo que tiene que asumir perspectivamente ni la forma adecuada de desempeñarse o vivir en ajuste a las normas y adecuamientos idóneos de su especificidad biológica y ser social en su contexto sociocultural. Principio, esencia y filosofía que realmente es el verdadero objetivo de culto en tanto el proceso iniciático es, por si mismo, única y exclusivamente pautante del nuevo modelo presupuesto de vida que corresponde a la individualidad en su contexto; hasta allende desconocido y a partir de entonces asumido como una realidad tangible de constatar por el iniciado; de carácter peculiarmente propia, exclusivamente personal e individualmente no repetible.
Por lo tanto, la mal llamada "Santería" en Cuba, no es más que el ejercicio primero de identificación, reconocimiento, acatamiento y pleitesías, que rendimos de culto a nuestra propia personalidad individual, a nuestra identidad personal físico-psíquica; con mayor plenitud y con el conocimiento pleno de sus características y de nuestro medio social en ajuste a determinados criterios de esa cultura.
Es el culto que rendimos a formas superiores de la inteligencia del inconsciente humano, no supeditadas a los sectores del consciente y subconsciente como una energía implícita que en forma de vibración se encuentra dentro de nuestro propio cerebro, localizado en lo que denominan elegdá (el trabajo de la corteza cerebral)
Que mediante determinados procesos de acción psicodinámica, químicos y naturista se facilita todo aquello que prefiero llamar, la sintonización del potencial contenido en el inconsciente del individuo, para de esa forma lograr una mejor armonización, ajuste, concentricidad y conducción armónica de las vibraciones del inconsciente incontrolado al consciente y subconsciente conductual biológico y psicológico, en dependencia de las causas que condujeron al proceso de iniciación y en "atención a la frecuencia vibracional de oscilación específica que lamentablemente en las simbiosis de culturas han devenidos en místicos.
De esta forma se establece la sintonización concéntrica de tales vibraciones en los niveles corticales y subcorticales, en el sistema de conexiones de los campos primarios, secundarios y terciarios de la corteza cerebral; así como por la estructura neuronal y citoarquitectónica de la propia corteza hacia las neuronas (células de formas piramidales fusiformes y estelares) lo cual hemos abordado en otro trabajo más especializado.
Todo ello es realizado en concordancia con las calorías-colores afines correspondientes y se provoca la revelación de la personalidad específica, en el ulterior acto oracular, por conducto de sus extremidades superiores en forma de frecuencias energéticas, que fueron programados por la génesis en su especificidad individual y corregidas, rectificadas y/o estimuladas durante la acción de injerencia iniciática.
Por lo tanto, mediante los resultados prácticos del proceso "consagratorio", en realidad (Sintonización y armonización) se logra tener pleno conocimiento del sentido perspectivo de proyección personal, ya armonizado; así como todo lo concerniente a los ajustes y/o recomendaciones, prohibiciones y limitaciones en nuestra actual razón de ser para lograr la mejor manera de estar en ajuste con la individualidad en nuestro contexto y contemporaneidad general.
Como se puede apreciar es una forma dinámica cultural, para la mejor realización de la espiritualidad individual en el más amplio sentido de la realización de la especie humana, en tanto el ser humano y el sujeto que lo trasciende.
Para los pueblos Yorubas que precedieron a la etapa imperial y que desarrollaron toda su cultura alrededor del Culto a las Cabezas, conciben a los humanos en tres dimensiones: el cuerpo físico, el espíritu y el elegdá.
Precisamente es en ésta última sección de conformación de los humanos, donde se encuentran los elementos de integración del orisha personal y hacia donde se encaminan todos los procesos "rituales" que guardan relación con las ceremonias; que logran interesar en franca injerencia dicho sector, en la búsqueda de la solución a la problemática individual, como una consecuencia del ulterior desarrollo alcanzado por estas formas culturales.
Por esta razón se hace difícil para el mundo occidental la comprensión y estudios comparados de esta cultura; pues los occidentales normalmente reconocen a los humanos en sólo dos dimensiones: el cuerpo físico y el espíritu o el cuerpo y el alma; sin considerar a otras corrientes filosóficas, que en su noble fin de despojar a los pueblos "del opio religioso nativo", en ocasiones han amputado del objeto humano, al innato ser subjetivo que en definitivas particulariza el carácter identitario del ser psicosocial.
De ello se desprende, que pocas de las disciplinas occidentales concebidas para la atención al hombre, lo hacen sobre la base de los requerimientos individuales, no repetibles, que en definitivas es cada ser humano, como unidad básica del conglomerado social en su conjunto; mientras que en el Culto a los Orishas, lo más importante es precisamente la problemática individualidad específica, hacia lo cual están encaminadas, todas las ceremonias de carácter trascendente por las que se puede transitar.
Siendo así, la Santería o mejor decir El Culto a los Orishas, no es más que el culto a la personalidad individual rectora de nuestras vidas, es el culto a la aplicación y cumplimiento de nuestro código genético con pleno conocimiento del arquetipo y tipo específico de personalidad psicológica y del ente biológico, y en consecuencia los ajustes necesarios a un modo adecuado de ser, una forma acertada de asimilar la vida que nos espera; en síntesis: el curso y la conducta correctos a seguir y su contemporaneidad en un contexto y época social dado, partiendo de determinados conceptos culturales para una exclusiva realización esencialmente personal y no propiamente teológica, lo cual se observa fácilmente en la investigación de terreno.
De esta manera desde el punto de vista sociológico toma cuerpo la razón filosófica de este culto y en la misma, además, está explícita el carácter de su vigencia y la más importante condición para su perpetuidad.
Desdichadamente muy desconocido por los propios practicantes e investigadores y a priori muy subvalorado; por lo que mal se le conoce, indebidamente se aprecia y peor se le juzga.
Con independencia de las falacias teofilosóficas, que han servido de ropajes a las esencias reales y originales de estas prácticas, así como a los artificios rituales que recrean las dinámicas de funciones culturales; el corazón central de todo el andamiaje creado y recreado a su alrededor, es sin lugar a dudas la cultura a la personalidad propia y su mejor forma de realización.
Por tal razón y aun cuando actualmente estas actividades se encuentran enmarcadas en el plano de lo místico religioso, no deberá entenderse que necesariamente estamos, en presencia de una práctica supersticiosa o fanática; sino como una forma cultural de corrección y ajuste de nuestro modo de ver, de ser, de actuar, de asumir y de lograr los objetivos en la vida.
En el marco de esa plurifuncional aplicación que encontró en el contexto cubano de resolver problemas, adquirida, como resultado de los distintos escaños a que esta cultura fue relegándose de su connotación cultural original en el contexto de origen; y los múltiples mecanismos de adecuamiento, cada vez más reducido al plano de lo personal contextual, finalmente dio con un importante y consecuente desarrollo paulatino, de un nuevo concepto filosófico de enfrentar los polifacéticos conflictos humanos a través de estas prácticas como alternativa recurrente de solución práctica.
Así como nuevas dinámicas para la determinación del orisha iniciático, que indudablemente fue más universal y abarcador, en tanto se iba permeando de las concepciones politeístas del catolicismo español, que siempre encontró en la extensa cultura negra, un orisha homólogo con quien equipararlo; tan ricos en caracterología, como la complejidad problemática que en la biodiversidad individual de la sociedad existe.
Todo ello dio origen a la recreación de nuevas técnicas y de verdaderas dinámicas eficientes en la búsqueda de soluciones para cada caso, en la realización de la espiritualidad existencial en el nuevo contexto sociológico de los recurrentes; generalmente en sus inicicos de escasa o ninguna instrucción escolar y de menos recursos económicos. Que fueron produciendo soluciones reales a la problemática individual, que a lo largo del tiempo y en el transcurso de varias generaciones fue creando un estado de opinión, donde fue traduciéndose la eficacia, la eficiencia, la funcionalidad fehaciente y verás de estos procesos dinámicos para los implicados practicantes y sus descendientes; en el surgimiento de un irreversible y transculturado sentimiento que se constituyó en una trasvertida Fe religiosa, que caracteriza mejor las peculiaridades de la Fe de los actuales cubanos con un alto contenido pragmático y con ausencia o en sustitución de la resignación o del simple consuelo, ante la petición o el milagro no concedido.
Que por lo tanto, realmente en el fondo opera más en el plano de la alternativa sobre terrenal, desde la óptica estadística de los resultados objetivos, que en el plano de lo sobre natural, incluso desde el punto de vista del subconsciente subjetivo del consenso social; determinado por las características de la idiosincrasia del cubano, expresadas en la proverbial frase de: "Ver para Creer".
Independientemente de la argumentación teológica, que sin embargo, ha venido a desempeñar el más importante medio de transmisión y conservación cultural en tanto patrimonial y empírico; el móvil que induce hacia el proceso de iniciación y la resultante funcional, con la cual sistemáticamente ha estado proliferando esta actividad (a pesar de no tener ninguna forma de proselitismo), durante siglos dentro de esta cultura de realización; es más pragmática y funcional, que fanática y subjetiva HYPERLINK "http://www.archivocubano.org/definicion_orisha_02.html" \l "nota6#nota6" [6] .
En muchos casos apreciamos que se confunden y fusionan en un solo concepto; la Fe en los resultados de una práxis, que se ha realizado con un fin pragmático funcional y sus resultados fehacientes (causas y efecto); con la devoción y la Fe Religiosa que se profesa, a priori, concurra o no el resultado del milagro religioso; por convicción teológica, con total resignación, se obtenga o no el resultado per se; como una voluntad expresa de la deidad y sobre todo por su única y exclusiva participación ante la simple petición.
Sin lugar a dudas, el curioso proceso evolucionador cultural de mutación, mediante el cual se trasmutaron los procedimientos de realización cultural, en proforma iniciáticas religiosas; imposible prácticamente de precisar en tiempo la cronología sistemática del cambio cultural y época histórica, por lo lento y paulatino del mismo, evidentemente logró propiciar todas las condiciones subjetivas socio político culturales necesarias para que todo lo mítico legendario mutase hacia lo místico religioso; difuminándose además intencionalmente en unos casos y en otros no, las prácticas de una cultura eficaz de base, con los resultados de una religión (El Culto de Ifá) que tras de sí instauraba un poder colonial.
No obstante, evidentemente en la cultura de estos pueblos, luego de advertirse de la existencia del yo interno, con otra connotación por su puesto, como la más importante esencia de las cabezas y con el desarrollo paulatino de esta disciplina como cultura de realización; se fue evidenciando para ellos las múltiples diferencias caracterológica, que identificaban a uno u otro perfil definitivo de personalidad humana, con sus virtudes, defectos y tendencias; por lo tanto, fue menester la clasificación de cada arquetipo genérico de personalidad.
Por otra parte, la importancia que para los instauradores del Culto a Ifá tenían, las cuatro esencias del surgimiento de la vida en la naturaleza (tierra, aire, agua y fuego), como parte también de una realidad tangible y no subjetiva; conformaron por asociación simbólica rasgos de cada una de estas esencias deificadas de la naturaleza que posteriormente poco a poco fueron tomando forma de conceptos definitorios; que dieron lugar a la clasificación de los arquetipos de personalidad que más tarde se convirtieron en los Dioses de la creación y otros muchos más.
Ello condicionó, paulatinamente con el tiempo, un interesante intercambio de caracteres entre el proceso cultural inicial y la estructuración e instauración posterior de la religión; en donde estos dioses de la creación de Ifá, adquirieron para el culto religioso los rasgos antropomórficos y características psicológicas de los personajes más célebres de la Cultura de Orí de la época que los precedió; mientras que a estos últimos les adjudicaron las propiedades de los elementos naturales, simbólicamente deificados y advocados en ulterior proceso de deificación por sus distintas celebridades dentro su cultura.
De esta forma lo real funcional, adquirió la connotación del milagro sobre natural y al sobre dimencionamiento de los dioses sobre naturales les adjudicaron los aspectos antropomórficos de los personajes terrenales; arrogándose de esta forma la casta instauradora de la religión en su contexto original, todas las atribuciones y prerrogativas sobre naturales y sobre terrenales.
A partir de entonces, al equipararse los humanos orí de existencias reales y sus conocimientos culturales, con los elementos naturales deificados en aras de igualar las posiciones cultuales, de códigos culturales original y esencialmente también distintos en el contexto africano; para convencionalmente subordinar los unos a los otros, por medio de un dogma teológico del colono instaurador; se producen las condiciones para crear a partir de entonces los vínculos y las relaciones de filiación teísta de personas a iniciar con elementos de la naturaleza, en sustitución de los patrones culturales autóctonos de cada localidad en la propia África.
Con esta conformación, la historia real de muchos personajes célebres nativos, conocedores del mundo de la naturaleza y de los procesos para su utilización, dada la transmisión exclusivamente oral de estos pueblos; se convirtieron en verdaderas leyendas vivas, que casi podemos palparlas con las manos en la tridimencionalidad que adquieren, cuando oralmente aún en la actualidad nos son reportadas como parte del legado cultural.
Mientras que por otra parte, múltiples pasajes o sucesos de origen realmente teológicos, sirven en otras tantas ocasiones de escenarios a estos personajes; con lo cual se mezclan entre sí, personajes reales con pasajes mitológicos; sucesos históricos, con leyendas; así como lugares geográficos terrenales y de ficción, que van desde la tierra hasta los cielos.
Únicamente con los antecedentes anteriores es que realmente estamos en condiciones de comprender como se fue fusionando la historia, el conocimiento práctico y la cultura real, con lo maravilloso; en esta cultura que nos trasciende y nos permite mediante sus consejos y observancias, vivir en la cotidianeidad de la vida existencial contemporánea, lo real maravilloso.
De esta manera apreciamos como las metáforas se constituyen en verdaderas realidades en la vida práctica real. Experiencia muy cotidiana entre los practicantes habituales.
Ahora resulta mucho más fácil comprender las analogías argumentales en los corpus literarios de las tradiciones orales de antecedentes africanos; sus orígenes, los elementos que la conforman; como se integran las tramas en sus intenciones, etc. Y otros muchos aspectos que se encuentran en su configuración y estructura literal de su oralidad; tales como los variadísimos propósitos que cumplen en el orden cultural; donde paladeamos lo didáctico, nos reprenden con sentencias o alertan con advertencias; nos metamorfosean con personajes negativos para ser censurados sin lastimar así un ego, que por aludido, en ocasiones anula al ser racional e inhibe la más acertada comprensión de nuestra razón equívoca.
De esta manera se puede presumir que, si El Mar sostiene una lucha constante contra los arrecifes hasta convertirlos en arena, las personas que su orisha tutelar sean Yemayá serán voluntariosas, persistentes, pertinaces en sus propósitos; aunque sus vidas se conviertan en espumas.
Que al igual que las olas, las cosas en su vida siempre les llegan y también se les van. Que según como es de intranquila la superficie de las aguas del mar; sus nervios generalmente son débiles ante el menor embate de una discusión. Que al igual que la burbuja de aire en agua va siempre a la superficie; resulta la propensión a los padecimientos respiratorios. Que del mismo modo que el mar se agita víctima de las corrientes de aire; serán personas susceptibles de enjuiciar, o juzgar por comentarios o conversaciones. Que de igual forma, que en el mar se produjeron las primeras manifestaciones de vida y cuenta con la mayor fauna; serán personas muy proliferas en su procreación y en el caso de las mujeres, una marcada propensión a la proliferación de quistes, nódulos etc. en ovarios, trompas y útero, con frecuentes irregularidades en su menstruación.
Sus lados débiles son sus nervios, el sistema respiratorio, los estados alérgicos y sobre todo su sistema neurovegetativo y así sucesivamente se va perfilando un arquetipo de personalidad con una extraordinaria riqueza de registros de caracteres que tienen su origen cultural en las manifestaciones y especificidades de cada elemento del mundo natural.
Por otra parte tenemos a Moremí, personaje de la vida real del pueblo Yorubá, quien según historias, mitos y leyendas facilitó su captura a las etnias de los pueblos Ibibios, para seducir con sus encantos a su Rey y, conocer de esta forma su estrategia de combate, la que posteriormente comunicó a su pueblo, con lo cual se facilitó la consolidación del Imperio logrando someterlos. A su muerte, la misma fue deificada por sus más altos dignatarios como Reina, como un resultando del proceso transculturador afro-africano, en las márgenes del río Oshún en Nigeria y, de la cual tomó su nombre y caracterología la deidad.
De este modo se puede comprender, que según fue de sacrificada ella por los hijos de su pueblo; de igual forma las personas que les corresponde este Orisha tutelar, sufren con frecuencia problemáticas importantes con sus hijos, que le roban la tranquilidad.
La necesidad que tuvo de aparentar ser feliz a cambio de la felicidad de su pueblo, supone, que sus actuales hijos tutelares tengan las mismas tendencias.
Que al igual que el río lleva un camino tortuoso; así es el curso de la vida que ellos experimentan. Que por su amor fingido en contra de su voluntad, es la patrona y protectora de las prostitutas. Que en virtud de haber tenido que someterse sexualmente, y vivir con esa contradicción interna; en el arquetipo orisha, sus iniciados afines, son personas que se debaten entre la necesidad de su pareja, pero siempre con una lucha antagónica de contrarios interna y de prejuicios, para no dejarse someter.
De ahí que la deidad coma en sacrificio animal de cuatro patas macho, pero castrado en el momento del sacrificio.
Todo esto permite comprender, porque este arquetipo de personalidad vive siempre con una insatisfacción con respecto a la vida, porqué siempre son personas necesitadas de mucho afecto y reconocimiento en su vida personal, porqué no perdonan las ofensas y los agravios; porqué, cuando deben llorar ríen y cuando deben reír, lloran.
Por todas estas razones, el curso de sus vidas es tan caprichoso, como el cause del río; tan precipitado y caudaloso, como persistentes sus corrientes y, hacen poco a poco el final de la desembocadura de sus vidas, tan salobres, como las aguas de los ríos cuando se internan en el mar.
Sus principales padecimientos son los trastornos genitales, los renales, los circulatorios, los parámetros o indicadores alterados en la composición de su sangre etc. alegórico a las corrientes de los ríos.
Otro de los arquetipos naturales deificado de mayor importancia es Obatalá.
Es el escultor de los humanos dentro del útero materno, luego de la fecundación. En el mismo, estos pueblos deificaron al proceso de formación y creación de los seres humanos; por ende goza de las consideraciones y respeto que merece como dueño y creador de todas las cabezas de los hombres y ello lo pone en el más alto sitial de los reyes.
Le acreditan la mayor experiencia, sapiencia y paciencia. Se le reconoce como padre de todos los demás Orishas. Por ser creador de los humanos es Luz Divina, lo cual se manifiesta en su profunda mesura y lógica.
Empero todas estas características registradas, con relación a las personas de esta filiación, suponen en el marco del contexto cultural, que estaremos en presencia de personas que siempre son buenas consejeros; facultados además para iniciar a personas de cualquier Orisha tutelar. Muy originales, creativos y bondadosos; pero con cierto sentido del orgullo y la altivez.
Son célebres tomando decisiones inteligentes y no pasionales. Excelentes padres, pero como parejas en las relaciones amorosas son muy polémicos; viven poseídos de su propio ego y ello les acarrea grandes incomprensiones a su alrededor. Son muy controvertidos consigo mismo y sufren fuertes contradicciones internas con relación a sus relaciones amorosas. No toleran que se les dispute su lugar o supremacía, e imbuidos de las características de la deidad, llegan a creer que son infalibles; sin embargo, en no pocas ocasiones es recomendable su proceso iniciático, a fin de que Obatalá les ponga a sus hijos, la cabeza que para sí mismo, en ocasiones les falta.
En sentido general, desde el punto de vista clínico su lado débil suelen ser los trastornos del cerebro, los endocrinos y los hepáticos-vesiculares; por la preponderancia hipotalámica de estos arquetipos y consecuentemente individuos hipergonados o con características endocrinológicas específicas.
De esta manera, muy escuetamente ejemplificada, fueron traspolando y sinonimiando una muy estrecha relación de registros y caracteres del mundo natural, en sus distintas expresiones o elementos hasta llegar a la recreación y concepción de una tabla de valores y conductas ético-morales; así como una de aspectos patológicos y sus etiologías; aplicables a los individuos, a grupos de ellos y a los sucesos de las comunidades; los que en atención y ajuste a esas normas de comportamiento de la naturaleza, les permitía llevar un molde de conducta y de principios, de acción y reacción, tan equilibrado como lo resulta el mundo natural.
Así como el desarrollo de toda una profilaxis sobre disfunciones, trastornos y patologías propias de cada arquetipo de personalidad, partiendo de los profundos conocimientos y cultura adquirida, de manera experiencial, sobre las observancias de las relaciones del mundo natural y sus interinfluencias.
De manera que cuando nos internamos en estas proforma de realización cultural, tanto como practicante de las mismas o como investigador, nos damos cuenta inmediatamente que estamos enfrentando más que una religión, un complejo fenómeno cultural; que trasciende mucho más allá de lo circunscrito al plano de lo teológico religioso, mucho más concreto que el presupuesto del milagro celestial y mucho más acorde con la extraordinaria dimensión del inteligente que vive en cada ser humano y la alternativa de solución a la problemática inherente al mismo.
Es evidente que los pueblos de la cultura que nos ocupa, han sido menos proclives a los suicidios por la fortaleza de su identidad individual y espiritualidad, que los de las sociedades "cultas" occidentales que los sometieron al régimen de colonias para su "civilización"; muy a pesar de la propagandeada espiritualidad, que los contenidos de sus proselitistas portadores intentan prometer que se puede alcanzar, en un paraíso que siempre es extraterrenal.
Todo esto en su momento conllevará al replanteo, cada vez más inminente, del papel que desempeñen las religiones en los distintos contextos sociales. Se hace imprescindible comprender que la verdadera realización de la espiritualidad de los humanos, está en su realización existencial contemporánea y en las vivencias del presente en cada contexto social.
No parece ser muy racionalmente prometedor ni muy alentador para los más precarios sectores sociales, en el marco de las vicisitudes actuales, las esperanzas de un feliz post morten religioso, en las precarias condiciones de vida actual, ni sirven de mucho a los sectores económicamente poderosos sus riquezas para resolver su problemática humana ni sus crisis existenciales; por su incapacidad de reconocer y de encontrar las soluciones en el marco de estas alternativas, que sólo abren los propios potenciales individuales inherentes a cada ser humano.
Al parecer la Fe, en algunas religiones, lleva implícito un importante presupuesto de paciencia y no de soluciones y, la primera de estas dos condiciones, es directamente proporcional a la última. En general, para tener paciencia, es imprescindible también estar en condiciones de esperar sentado y, ello depende de hasta donde lo permiten nuestras condiciones materiales, morales y espirituales; aspectos, que con independencia de nuestra riqueza y poder, siempre se ven afectados por aquello que escapa del alcance de nuestras manos.
Nelson Aboy Domingo
Diplomado Antropología/Etnología
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